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«¡Oh capitán, mi capitán!» – Homenaje a Robin Williams

«Carpe diem, coged las rosas mientras podáis porque seremos pasto de los gusanos.» Los versos de Walt Whitman, el tío Walt, como familiarmente lo llamaba el profesor de literatura John Keating, eran la fuente de inspiración que el personaje interpretado por Robin Williams insuflaba a sus alumnos ávidos de abrirse a la vida, a la poesía, a la literatura, al amor (a sus alumnos y a los adolescentes que observábamos desde el otro lado de la pantalla). Con un tipo así impartiendo literatura algo mejor me hubiese ido la asignatura en mis años de instituto.
Recuerdo que vi «El club de los poetas muertos» en el cine Carlos III de Pamplona. Subía en autobús desde Tafalla. La sala era enorme (hoy se ha convertido en unos multicines de 5 salas) y la pantalla, espectacular, la más grande de Pamplona. Toda la liturgia en que se convertía asistir a un estreno hacía de ello un momento mágico, desde que montabas en el autobús, hasta que salías del cine, después de ver hasta el último título de crédito, con ese brillo en los ojos que quedaba cuando habías asistido a una historia que te había tocado especialmente. Creo que fue la primera, o una de las primeras veces, que las lágrimas asomaban debido a la profunda emoción que ese fantástico final había dejado en ese adolescente de 16 años que ya empezaba a tener claro que esto del cine era algo más que un simple divertimento para él. Y eso fue gracias a un tipo como tú, Robin Williams. Si ahora estoy aquí escribiendo es porque tus películas me han conducido de alguna manera hasta aquí. Recuerdo que ese impresionante final fue tema de conversación en clase. Un día de invierno en el que no habían podido venir los alumnos de fuera de Tafalla por la tremenda nevada estuvimos hablando de cine con la profesora de Geografía, «la Muneta» (algunos la llamaban Willy por su asombroso parecido, pelo extremadamente corto y gafas, al padre de la familia que acogía al extraterreste Alf en la serie de televisión). Fue todo un descubrimiento sorprenderme hablando de cine de esa manera tan apasionada.
Un año más tarde, en París, en el viaje de estudios de COU, volviste a cruzarte en mi camino. Me escapé desde el hotel, por la tarde noche, al barrio latino, cerca del Arco de Triunfo, donde están los cines que exhiben películas en versión original, para ver «Despertares», subtitulada en francés. Me emocionó tremendamente la contención de tu interpretación. Aquel médico tímido y apocado. En mi opinión le diste sopas con honda a Robert de Niro, pero al final el nominado al Oscar fue él. Y pasó lo de siempre, que te dieron el premio por un papel menor («El indomable Will Hunting»), cuando te lo habías merecido por cualquiera de los otros dos.
E incluso por el loco risueño de «El rey pescador».
Gracias Robin Williams por hacerme amar el cine, por emocionarme, por hacerme soltar unas lagrimillas, por hacerme reír a carcajadas (todavía recuerdo lo bien que me lo pasé viendo «Una jaula de grillos»).
Un genio de la risoterapia, como el doctor Patch Adams, al que también interpretaste.
Un amigo de tus amigos, capaz de hacer reír a Christopher Reeve, convaleciente tras el accidente hípico que le dejó tetraplégico. Que le puso voz al genio de «Aladdin», canciones incluidas.
Un tipo con la tremenda personalidad de aparecer desenfocado durante toda una película, porque así era como había escrito tu personaje Woody Allen, en «Desmontando a Harry».
Quizás así ha estado tu vida, un tanto desenfocada. Humildemente desde aquí quiero darte las gracias por hacerme amar el cine. Yo te voy a despedir como estoy seguro que lo harán en la próxima edición de los Oscar (no soy dado a ello, pero este es el final de la película, quien no haya visto «El club de los poetas muertos» que corra a verla de inmediato y que no le de al play en en vídeo de aquí abajo, ¿de acuerdo?, ah, y que no siga leyendo hasta haber visto el filme de cabo a rabo).
SPOILER!!!!!
Ahora mismo vuelvo a ser aquel chaval de 16 años que a lágrima viva está deseando subirse a su silla, y de ahí a la mesa, y que inspirado por todo tu trabajo (y por la emocionante música de Maurice Jarre, con esas maravillosas gaitas) te va a mirar a los ojos y te va a decir: «Oh capitán, mi capitán».
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © Touchstone Pictures, Columbia Pictures Corporation, Miramax Films, United Artists, Blue Wolf, Walt Disney Pictures, Sweetland Films. Reservados todos los derechos
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Hola Manu, de nuevo. Yo recuerdo cuando vi «El club de los poetas muertos» hace dos años, tendría 14. La película me emocionó mucho, y el fin ni te cuento, casi se me escaparon unas lagrimillas. A mi también me habría gustado haberme subido a la mesa y haber dicho «Oh capitán, mi capitán»a algún profesor bueno de verdad. Supongo que a todos nos habría gustado haber tenido un profesor como él, que nos hiciera amar la literatura y la poesía. Para mi es uno de los mejores finales del cine. Antes me he quedado de piedra cuando me he enterado de su muerte. Una pena, hemos perdido uno de los mejores actores que tenía Hollywood. Tengo pendiente la de «El indomable Will Hunting».
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Un duro golpe para la industria y los que amamos el cine la pérdida tan a destiempo de un hombre que se consagró como uno de los mejores del último cuarto del siglo 20, citar una película es desmerecer las demás, por eso mi homenaje al hombre y todo su conjunto, alguien que supo despuntar de esa manera después del televisivo entrañable alien y su pegadizo nano nano! Lamentablemente, la genialidad muchas veces no es suficiente cuando los demonios internos atacan sin piedad, sin duda alguna, será recordado por siempre….
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Un día después muere un auténtico mito y me refiero a la única e irrepetible Lauren Bacall! todo un personaje! de carácter frío, lejana y distante, no en vano fue una de las reinas del cine negro en la época dorada de hollywood, Bacall fue una de las pocas mujeres que hizo lo que le dio la gana en esa época tan dificil para las actrices que debían someterse a los grandes estudios, gozó de la misma valentía que caracterizó a otros mitos como Katharine Hepburn, Bette Davis Greta Garbo y Marlene Dietrich. Lauren Bacall nos deja muestras extraordinarias como El Gran Sueño, Cayo Largo, Tener o no Tener, Como Casarse con un Millonario, Asesinato en el Orient Express y ese delicioso personaje que hizo en 1997 en El Espejo Tiene 2 Caras, por lo que insolitamente perdió el Oscar.
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