Crítica de «La mejor oferta» (2013)

Resulta curioso observar cómo coinciden en la cartelera en mitad del tórrido verano dos películas cuyos protagonistas son las obras de arte, las subastas, los atildados maestros de ceremonias de estos engolados ritos y los sentimientos que, aunque parezca mentira, pueden fluir por las venas con sangre de horchata de estos peculiares personajes. Hasta ahí las similitudes entre Trance y La mejor oferta. Lo cierto es que en cuanto miramos el nombre de los directores nos encontramos con que el cine de Giuseppe Tornatore podría situarse perfectamente en las antípodas del que realiza Danny Boyle.
Y esto nos lleva directamente al final, empecemos la casa por el tejado. Lo cierto es que la maestría del italiano a la hora de poner el broche de oro a esta historia de ambiciones, misterio, sentimientos y pintura es tal que provoca un pálpito en el cinéfilo impenitente que lleva tiempo sin degustar la cadencia, el poso, la elegancia de una narración puramente cinematográfica, sin apenas diálogos, hilada a través de la partitura de un eterno (84 años) e inefable Ennio Morricone, al ser testigo de un trocito de obra maestra. Otro director, otro guionista, otro productor, otra industria cinematográfica hubiese cerrado esta historia de una forma muchísimo más evidente y chapucera, pero la sensibilidad de la pluma, primero, y de la dirección y del montaje de Tornatore más tarde, ha conseguido que, a pesar de poder hacerle algún mínimo reproche, durante los últimos quince minutos de metraje la palabra cine brille con luminosas letras mayúsculas en la mente escrutadora de quien acumula, tal vez, excesivas horas de butaca en butaca y de sala en sala.
Nada como la música de Morricone para transmitir de forma sutil pero persuasiva los sentimientos cambiantes de ese protagonista, brillante e impoluto Geoffrey Rush como de costumbre, encerrado en su armadura de plata, en su torre de marfil, protegido de cualquier peligro que pudiera perturbar su alma y entregado a las mujeres que nunca le harán daño, aquellas que puede tener cerca, que puede observar, con las que se puede deleitar pero que no le van a crear ni el más mínimo problema. Muy intenso tiene que ser el incentivo para abandonar esa vida monacal y entregarse a lo desconocido, a lo extraño, a lo ingenuo pero también a lo sensual y a lo peligroso de ese misterio que tiene ante sí en forma de mujer atormentada y de curiosas piezas formadas por distintos tipos de engranajes que parecen conformar un todo que poco a poco se va desentrañando al mismo tiempo que se van uniendo los hilos que fluyen en torno a los protagonistas.
Cómo no sucumbir ante el hechizo y las buenas artes, en este caso, del director que nos arranco auténticos lagrimones con la secuencia más emocionantemente bella que nos ha mostrado nunca el cine dentro del cine. Aquellos besos robados del Nuovo Cinema Paradiso serán para siempre inolvidables. Tornatore sigue en forma. Qué placer escuchar al que tiene algo que decir y que además te lo cuenta de esa manera tan especial que te hace atender con fruición, con los ojos y los oídos bien abiertos, de forma que apenas puedes respirar ni fijar tu atención en otra cosa que no sea el relato que tu interlocutor está construyendo.
Para dejar el misterio en el aire quedan las palabras de uno de los personajes de la película ante la actitud inquisidora del protagonista.
-¿Cómo es vivir con una mujer?- pregunta.
– El matrimonio, y el amor por extensión, es como participar en una subasta. Nunca sabes, ni probablemente sabrás, si la tuya es la mejor oferta.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © 2013 PACO Cinematografica, Warner Bros. Cortesía de Filmax. Reservados todos los derechos.
La mejor oferta
Director: Giuseppe Tornatore
Intérpretes: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks
Duración: 124 min.
Italia, 2013
Gracias por la crítica, brillante Manu!!
Me gustaMe gusta