banda sonora, barras, Bojan Bazelli, colonos, Críticas de cine, Estados Unidos, Gore Verbinski, guerra civil, Hans Zimmer, Jerry Bruckheimer, John Fitzgerald Kennedy, John Ford, Johnny Depp, Nikita Kruschev, paisajes, Ransom Stoddard, Sam Peckinpah, United States
Crítica de «El llanero solitario» (2013)

En abril de 1961, en el contexto de la Cumbre de Viena sobre desarme nuclear, John Fitzgerald Kennedy regaló al premier soviético Nikita Kruschev una réplica en miniatura de su locomotora favorita, la Constitution. Esto sucedió unos treinta años después de la primera aparición del personaje del Llanero Solitario en el serial radiofónico que lo hizo popular en Estados Unidos. Cincuenta años más tarde la mítica locomotora aparece resplandeciente y en plena forma en la versión cinematográfica del ranger enmascarado que ha realizado el equipo que revolucionó el cine de aventuras hace unos años con Piratas del Caribe, encabezado por Jerry Bruckheimer y Gore Verbinski.
El ferrocarril ha formado siempre parte del paisaje del oeste americano más cinematográfico, se trataba del caballo de acero invasor para la población autóctona de aquellas interminables praderas o se convertía en elemento de vertebración y de conexión entre los territorios reunidos bajo la bandera de las barras y las estrellas, tras la guerra civil, para los colonos que aspiraban a arrebatar aquellas tierras a sus legítimos pobladores. De esta misma manera es el tren el que de forma omnipresente va a sujetar el armazón de la estructura circular de esta película, convirtiéndose en un personaje más de la misma y en un elemento clave de dos espectaculares y extensas secuencias, una al inicio y otra al final de la cinta.
Fotografiada espectacularmente por Bojan Bazelli, la realización, la luz, los paisajes, los encuadres y los elegantes movimientos de cámara confieren a este filme un acabado técnicamente impecable. Esto unido a la evocadora banda sonora de Hans Zimmer, con temas que nos transportan al western más clásico, y a la imprescindible Obertura de Guillermo Tell de Rossini, arreglada para el filme por Geoff Zanelli, terminan por sumergirnos de inmediato en esos increíbles paisajes que pertenecen a la mitología del cine gracias al genio del más grande director de películas del oeste, John Ford. El nombre de Ford, unido indefectiblemente por los siglos de los siglos a este género, el único genuinamente cinematográfico, pulula continuamente a lo largo del metraje de El llanero solitario, en forma de homenajes o referencias, más o menos veladas, que salpican la trama de la película.
Ese toque fordiano queda evidentemente plasmado en los perfiles recortados de las montañas de Monument Valley, el “plató” favorito del director de origen irlandés. Para el espectador, observar estos espacios abiertos en una espectacular pantalla de cine o, más aún, en la inmensidad de una de IMAX, supone una vuelta a la infancia, a esa mitología cuasi sagrada cimentada a tan tierna edad con el género que nos hizo a muchos enamorarnos del cine. Centrándonos en el personaje de John Reid, que luego, por avatares del destino se convertirá en el Llanero Solitario, nos encontramos con un dibujo casi calcado del Ransom Stoddard de El hombre que mató a Liberty Vallance, el hombre de leyes reacio a empuñar un revolver, íntegro, noble y enemigo de la violencia. Curiosamente en la secuencia de presentación del personaje, en un vagón de tren, se produce un asalto al tiempo los viajeros cantan “Shall we gather at the river”, uno de los himnos religiosos favoritos de John Ford, introducido por el propio director en obras maestras como La diligencia, Pasión de los fuertes o Centauros del desierto y utilizado también en mitad de un altercado violento por el inimitable Sam Peckinpah en otra de las cumbres del género, Grupo Salvaje.
Cuando nos ponemos a cavilar sobre los aspectos negativos del filme el primero que se nos aparece no es otro que el metraje. La película se nos hace larga, sin duda esos casi ciento cincuenta minutos hacen que sea práctivamente imposible mantener el ritmo entre un principio trepidante y el espectacular fin de fiesta, con lo que encontramos, como era de prever, ciertas lagunas en el transcurso de tan largo trayecto. La crítica en Estados Unidos se ha ensañado con El llanero solitario de la misma forma que lo hizo en su día con otra superproducción Disney, John Carter (a la postre otro fracaso de taquilla), una película que rescataba la idea romántica de aquellas novelas folletinescas de aventuras de principios del siglo XX, salidas de la pluma y la imaginación de Edgar Rice Burroughs. Ni aquella era tan deleznable, uno hasta le cogió cierto cariño, ni esta es tan horrible.
Está claro que no llega a ser tan redonda como Piratas del Caribe, pero a este que escribe no le ha decepcionado. Puede adolecer de cierto toque naif en determinados momentos pero la creación de Johnny Depp es tremendamente divertida y el sentido del humor, irreverente, al más puro estilo Jack Sparrow, encaja perfectamente dentro de la historia, incluido un chiste final sobre el nombre del personaje de Depp que funciona muy bien y tiene todo el sentido del mundo en la versión original. Mucho nos tememos que en la versión doblada hayan tirado de imaginación, como con el “hasta la vista, baby” de Terminator 2, para hacer otra gracieta desvirtuando el texto original que, curiosamente, se encuentra en español.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright de las imágenes © 2013 Walt Disney Pictures, Jerry Bruckheimer films, Blind Wink Productions, Classic Media, Infinitum Nihil, Silver Bullet Productions . Cortesía de Disney España. Reservados todos los derechos.
El llanero solitario
Director: Gore Verbinski
Intérpretes: Johnny Depp, Armie Hammer, Helena Bonham-Carter
Duración: 149 min.
USA, 2013
From → Estrenos