Crítica de «Chappie» (2015)

La inteligencia artificial, presente en la literatura fantástica gracias al ingenio de autores como Isaac Asimov, aterrizó en el cine de la mano de la ciencia ficción. Spielberg, en su filme homónimo a la disciplina científica, estudiaba la vertiente más metafísica del género a través de la figura de un robot-niño y su relación con su madre humana. En los años 80, Paul Verhoeven, mucho más visceral, optó por la acción en el primer RoboCop, aunque sin dejar de atender esa parcela referida a los sentimientos que una máquina pueda desarrollar. Con Chappie nos encontramos ante un híbrido que, pese a quererse parecer en lo filosófico al trabajo de Spielberg, bebe sobre todo de las fuentes de la cinta de Verhoeven, quedando, aun así, a años luz de ambas.
La historia se ubica en un futuro no muy lejano, en el que la brigada de policía de Johannesburgo cuenta con una contundente unidad mecanizada. Uno de estos robots (Chappie) es robado por unos atracadores que obligan a su creador a instalarle un nuevo software que le confiere la capacidad de sentir y aprender por sí mismo, e intentan malearlo instruyéndole para que les ayude en sus perversos fines.
En torno al androide protagonista se produce lo más novedoso e interesante de la película; el momento de insuflarle vida, su proceso de aprendizaje, la ternura que comparte con la delincuente que ejerce de madre y la decepción ante la imperfección humana. El desarrollo de una conciencia, muy bien narrado por cierto, que le permite descubrir el concepto de alma, de personalidad, y su trascendencia por encima del cuerpo.
Chappie se siente solo, un bicho raro. La marginación del diferente, que se encuentra en el germen del apartheid, y en el fondo cualquier forma de discriminación social, es una idea recurrente que aparece en toda la filmografía del sudafricano Neill Blomkamp, que metaforiza esta idea a través de un cuento infantil de título más que gráfico: “La oveja negra”. Por desgracia, el resto del relato muestra un preocupante encefalograma plano.
La presencia de Sigourney Weaver, meramente testimonial. Hugh Jackman, totalmente desaprovechado, en un papel arquetípico y sin evolución. Quien tiene mayor enjundia, gracias a su complejidad y a un arco dramático que profundiza en el alma y en las contradicciones del personaje, no es otro que Chappie. A fin de cuentas, resulta mucho más atrayente que los intérpretes de carne y hueso.
El argumento, convencional, infantil, ramplón, de película de acción de segunda, se diferencia del de esas historias de usar y tirar en la parte intimista. Lo que nos seduce no son la espectacularidad y las explosiones sino el momento en el que se convierte en un filme introspectivo que se asoma a los sentimientos que se encuentran bajo ese armazón de hojalata. Algo tan viejo, por otra parte, como El mago de Oz. El brillante final, con una evidente referencia a Distrito 9, no es suficiente para olvidar que, más allá del robot, el resto resulta tan irregular como decepcionante.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.
Copyright imágenes © Columbia Pictures, Alpha Core, Sony Pictures Entertainment, Genre Films. Cortesía de Spny Pictures Releasing. Reservados todos los derechos.
Chappie
Dirección: Neill Blomkamp
Guión: Neill Blomkamp y Terri Thatchell
Intérpretes: Sharlto Copley (voz y gestualidad de Chappie), Dev Patel, Hugh Jackman
Música: Hans Zimmer
Duración: 120 min.
Estados Unidos, México 2015